En el entierro se perdió el ataúd. Con la pala se apresuraron a meter a los deudos en la tumba. De repente, el muerto salió de la emboscada y echó un puñado de tierra en la tumba de cada uno.
Se apagaron las luces, la ciudad estaba envuelta en la oscuridad. Los criminales tuvieron miedo y llamaron a la policía que viniera corriendo.
El perro le quitó el bozal a su amo, pero lo llevaba de la correa.
En un anuncio luminoso las letras cambiaron de sitio y advirtieron de los peligros del producto que antes ponderaban.
El gato le colgó sus garras al ratón y lo mandó a correr mundo.
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