Ahora es el gran tiempo, río arriba, de los ilustres salmones. La «horda plateada» remonta las aguas de sus ríos natales para desovar. Las mayores abadías y las mejores canonjías de Occidente se preparan para recibir diezmos y primicias. Y siento no estar en la Espiñeira, donde mi dulce Masma natal —más hermoso, más verde, más lento que el Avón— se encuentra con el mar. El salmón del Masma es fino, más prieto de carnes. Mis señores obispos lo gustaban bien empanado.
lunes, 30 de junio de 2008
Ricardo Menéndez Salmón
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